3 ejemplos de productos con obsolescencia programada
La obsolescencia programada es una estrategia muy polémica que emplean supuestamente las empresas para que un producto se vuelva inutilizable al cabo de un tiempo desde su fabricación. El objetivo de planificar la obsolescencia de los productos que se fabrican es garantizar un flujo periódico de demanda, puesto que los consumidores se verán obligados a volver a comprar un producto similar.
El sector comercial que más se le conoce por la obsolescencia programada en sus productos es el tecnológico. Por ejemplo, los teléfonos móviles suelen empezar a fallar visiblemente a los 2 o 3 años desde su compra, ya que sus componentes se van deteriorando poco a poco y las actualizaciones de sus sistemas operativos se vuelven más incompatibles con el hardware ya desfasado.
En esta entrada te traemos unos cuantos ejemplos de obsolescencia programada de productos que utilizamos en nuestro día a día.
¿A quién beneficia la obsolescencia programada?
Es evidente que el mayor beneficiario de la obsolescencia programada son las empresas. Al fin y al cabo, si un producto empieza a dar fallos o se avería después de un par de años, el consumidor no tendrá más remedio que volver a comprar otro. Y no solo eso, sino que contemplará comprar uno más nuevo que el anterior y, normalmente, más caro. De esta forma, las empresas pueden asegurarse fácilmente un flujo de compra constante.
Para el cliente, la obsolescencia programada es mayormente negativa, especialmente si esta se percibe como demasiado corta, que dependerá del producto. Los consumidores sienten que la obsolescencia programada es una estrategia rastrera de las empresas que les obliga a adquirir un producto repetidas veces.
Sin embargo, desde el punto de vista de la innovación, la obsolescencia programada tiene su lado bueno. El hecho de que las empresas pongan una fecha límite aproximada para la supervivencia de los productos que venden les fuerza a lanzar productos más innovadores con funcionalidades inéditas y útiles que cautiven al consumidor.
Ejemplos de obsolescencia programada
Hay muchos ejemplos de productos con obsolescencia programada que utilizamos todos los días:
Dispositivos electrónicos
Aunque muchos dispositivos como los teléfonos móviles o los ordenadores puedan repararse o seguir funcionando sin problemas con el tiempo, las empresas tecnológicas nos lo ponen imposible. Y no ya por el deterioro previsible de los mecanismos del dispositivo, sino porque las piezas de recambio que se suelen estropear tienen precios muy elevados o una disponibilidad escasa. Esto también pasa con los automóviles.
Por ejemplo, muchas carcasas de móviles llevan tornillos pentalobulares a sabiendas de que rara es la casa en la que se encuentre este tipo de destornillador. También son frecuentes las baterías irremplazables que, como sabemos, van acortando su vida útil poco a poco con el uso.
Además de todo esto, las compañías de software lanzan periódicamente actualizaciones para los sistemas operativos y las aplicaciones disponibles de móviles, tablets y ordenadores. Estas actualizaciones están pensadas para que no puedan instalarse en dispositivos antiguos, por lo que se fuerza al usuario a adquirir un dispositivo más nuevo.
Apple, uno de los gigantes tecnológicos, ha sido blanco de muchas críticas por sus prácticas objetables de obsolescencia programada en sus productos (ejemplo de ello es el llamado batterygate), algo que muchos usuarios han afirmado, pero que la empresa siempre ha negado. Si bien, nunca se han llegado a confirmar los rumores de obsolescencia programada de Apple, pero ni es la primera vez que se sospecha, ni será la última.
Juguetes
Estos objetos suelen ser mucho más simples en funcionamiento que los dispositivos electrónicos, pero aun así las empresas se las ingenian para programar su obsolescencia. Para un mayor desgaste, las empresas fabrican los juguetes con materiales baratos de baja calidad (plástico o algún metal fino y poco resistente) de tal forma que se deterioren a mayor velocidad.
Moda
El prêt-à-porter y la moda de usar y tirar nos bombardean con nuevas líneas de ropa y rebajas continuamente. De esta forma, los clientes sienten que su ropa está desfasada y que necesitan renovar su fondo de armario continuamente. Esto es lo que se denomina obsolescencia percibida, es decir, subjetiva.
La externalización casi total de la ropa a países con mano de obra barata no solo beneficia a las empresas por poder incurrir en menor coste, sino también en un beneficio económico reportado por la obsolescencia programada de la ropa que se produce. Si se produce ropa con peores materiales y una costura menos cuidada, se romperá y ajará antes, por lo que los consumidores deberán reponer su ropa periódicamente.
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